Tengo que reconocer que me encanta la moda. Lejos de un mundo que nada tiene que ver conmigo, siento auténtica admiración por la moda cotidiana. No hablo de esa moda que muda cada temporada para ser sustituida por otras prendas de distintos tejidos, distintos estampados pero nada de nosotros. Que carecen de esencia y, por tanto, de interés (por muy fascinada que me quede al ver auténticas obras de arte en las pasarelas) sino despiertan ese algo que invita a crear, a diseñar nuestra propia vida. De otra forma, se quedan en eso, obras de arte maravillosas que adornan mis álbumes para alegrarme la vista. Pero ahora estoy hablando de eso que desprenden las personas, el encanto, lo que cualquier perfumista querría guardar en un frasco. Lleven la ropa que lleven, la moda es eso, llevar lo que te sienta bien y no me refiero a tu físico sino a ti. Una ventana al exterior para que los demás te puedan ver.
Mucha gente no lo entiende. “Es superficial”, dicen. Me gustaría que pudieran sentir lo que yo siento cuando puedo ver la autenticidad de las personas a través de su ropa. Eso es la moda para mí.
«Es como si toda mi vida la gente me hubiese dicho ¡eres un zapato, eres un zapato, eres un zapato, eres un zapato! Y hoy me he preguntado por primera vez ¿Y si no quiero ser un zapato? ¿Qué pasa si quiero ser un bolso o un sombrero?»
Friends, uno de los mejores inventos en la historia de la comedia televisiva.
No comments:
Post a Comment